EL DERECHO DE HÉCUBA

Sobre Hécuba, de José Carlos Plaza, en el Teatro Concha Espina de Torrelavega.

Para Eurípides, el humano trágico de Salamina, Hécuba hubo de ser muy querida. La soberana de Troya devenida esclava reunía la feminidad, la inteligencia, la astucia, la fortaleza de ánimo, la elocuencia varonil y la areté o nobleza de que carecían las mujeres por su intrínseca naturaleza reprobable. Eurípides se las vio en su literatura con hembras extremas, difíciles de defender. Seguramente el paradigma obvio es el de Medea, quien ultraja de forma salvaje su instinto maternal en aras de una pasión amorosa despechada. Hécuba, en cambio, no solo es una heroína visceral: su discurso a favor del sistema normativo, del Derecho como guía del proceder humano, la coloca en un pedestal ético e intelectual. La venganza de Hécuba es justa y tiene fuerza de Ley —y así lo confirma Agamenón en su dictamen— porque se atiene a la estricta aplicación de la balanza respecto del intocable principio de Hospitalidad. El poder de Hécuba ante el rey-juez no es el trivial de una Friné de hermosos pechos sino el de una pérfida anciana —qué similar en su estrategia a Clitemnestra— que se vale de los meandros del lógos para culminar sin tacha su tour de force final. 
Juan Mayorga, en su adaptación de Hécuba para el montaje que dirige José Carlos Plaza, baraja varios de estos elementos y ofrece una versión respetuosa en lo esencial, tal como pudo apreciarse en el Teatro Concha Espina, en la apertura del XXV Festival de Invierno de Torrelavega. Y decimos en lo esencial porque sí hubo algunos «retoques» dignos de mención; entre ellos: la situación de la obra en Troya, cuando en realidad tiene lugar en Tracia, lo que condiciona el decorado (una playa con inexistentes restos materiales de Ilión); y la alteración del coro, disuelto y con irregulares y mejorables intervenciones musicales (bien acotadas en el original); además de otros asuntos menores, como la reducción a uno de los dos hijos de Poliméstor. 
El elenco de actores trabaja para que la hondura y la acción respiren simultáneamente en la obra. Así lo requieren los papeles de Concha Velasco (esforzada Hécuba) y José Pedro Carrión (férreo Ulises). Debe destacarse el sólido y emotivo Poliméstor de Alberto Iglesias. Juan Gea (Agamenón) y María Isasi (Políxena) deberían pulir sus interpretaciones. 
Los aplausos cálidos del público acreditaron que el teatro griego y sus conflictos siguen vivos hoy.