CLAVE POR GENERACIONES

Aarón Zapico: Phantasia.
Obras de Johann Jakob Froberger, Girolamo Alessandro Frescobaldi y Giovanni Picchi.
Aarón Zapico, clave.

Winter&Winter, 2011. 1 CD.
Se encuentra en www.diverdi.com


Es sabido que las grabaciones de Winter&Winter, aparte de estar cuidadas al máximo, siempre suponen incursiones en nuevas técnicas de grabación, en programas caprichosos, en todo aquello, en definitiva, que no suele ser habitual (por bueno que ello sea) en otros sellos.
En este caso, nos encontramos con todo un recital de clave que bien podríamos calificar de “generacional”. Frescobaldi ha sido calificado no sin motivo como el “padre” de la sutileza compositiva en el clave dentro del periodo barroco temprano (“creó estilo”, se diría hoy), y de Froberger, bien conocido, cabe afirmarse que fue su discípulo más aventajado, por no mencionar su vida peculiar (dicho quede para aquellos amantes del malditismo en la biografía de los artistas). Este disco contiene piezas de los dos célebres libros de tocatas de Frescobaldi; piezas, las escogidas, que oscilan entre lo vivaz y lo sereno. Froberger, por su lado, halló motivos más que suficientes en su azarosa vida para alumbrar piezas que de algún modo los evocaran, como el bellísimo “Tombeau faît à Paris sur la mort de monsieur Blancheroche” que cierra el disco y que con la sorprendente anotación “lequel se joüe fort lentement à la
discretion sans observer aucune mesure” está dedicada a la muerte accidental de uno de sus mejores amigos, presenciada por el mismo Froberger. Del veneciano Picchi, plenamente coetáneo de Monteverdi, se incluye un baile húngaro. También se incluye en el disco una pavana anónima. Esto es, nos encontramos ante una suerte de extractos que así combinados conforman casi en sí mismos una nueva, flexible e inédita obra (de ahí su título: Phantasia).
Esta constituye ya la tercera colaboración de los Zapico con el sello alemán (en este caso, con Aarón como solista) y ello no es por casualidad. Aarón sabe extraer belleza a las obras y plasticidad al instrumento, pero además imprime en las piezas esa huella suya tan personal como indefinible, que hace que siempre nos sorprendamos al escuchar todo aquello sobre lo que posa la mirada, porque íntimamente lo transforma, lo hace suyo: en definitiva, lo interpreta, que es lo que hacen los verdaderamente buenos.