NACIDO PARA EL ÉXITO

Officum NovumJan Garbarek, saxofones soprano y tenor
The Hilliard Ensemble

ECM RECORDS, 2010. 60’43’’
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La verdad es que es difícil imaginar un producto en el que, combinándose los talentos del celebrado saxo del noruego Jan Garbarek y la impecable polifonía de los miembros del británico Hilliard Ensemble, no se fragüe un éxito prácticamente asegurado. En todo caso, no es la primera vez que ello ocurre. Garbarek y el Hilliard ya habían colaborado anteriormente en otras dos entregas: ‘Officium’ en 1993, que de algún modo constituye el directo antecedente del cedé que hoy comentamos, con música de Dufay, Pérotin, Morales, de la Rue… y, ya en 1998, ‘Mnemosyne’, disco que, como su nombre sugiere, funciona a modo de memoria musical, abrazando un repertorio oscilante entre la música antigua y la actual. Con ambas grabaciones se consiguió colocar a Garbarek y al Hilliard en las listas de superventas, esto es, en un lugar que ninguno de los dos protagonistas por separado hubiera aspirado a alcanzar a pesar de su prestigio individual. Por mor de tal aceptación (alentada por la moda de la fusión, el ‘new age’ y similares), Garbarek y el Hilliard sellaron una asociación que ‘a priori’ pudiera parecer un tanto surrealista: lo de unir jazz y música renacentista y tardomedieval no era precisamente cosa frecuente. El éxito pergeña singulares compañeros de cama.
Tal vez por aquello de justificar lo de “novum”, Garbarek se ha puesto ‘destroyer’ declarando su carencia de educación musical en el repertorio elegido y sus deseos de modelar a su antojo el trabajo de los Hilliard, en tanto que éstos han manifestado su absoluta entrega al “criterio” del saxofonista noruego, de donde se supone que ha surgido un disco formalmente rebelde.
‘Officium novum’ entronca con la dicotomía Oriente-Occidente tan querida por Arvo Pärt, que no por casualidad aparece representado en el disco, abarcando músicas que llegan desde el estonio hasta muestras del monje y filósofo armenio Komitas (compositor de finales del siglo XIX), piezas bizantinas e incluso españolas, como “Las tres morillas” del ‘Cancionero de Palacio’, que nos causa aquí no poca sorpresa.
Con tales mimbres es evidente que no puede resultar un mal cesto. Cosa distinta es que el cesto nos interese o nos parezca novedoso, que no lo es. Ya no lo es. Pero ahí está, como botón sugerente para los curiosos no iniciados y para los seguidores devotos de este particular maridaje, en una grabación que, además, alardea de una acústica magnífica.