CESÓ LA MÚSICA

Después del batacazo moral de la década que acaba de llevarse nuestra ciudad, sobre el que sin duda cabría hacer enjundiosas observaciones que probablemente exceden los propósitos de este espacio, creo que es honesto (tanto en sentido latino como castellano) revisarse las vergüenzas y hacer un mínimo de reflexión, por aquello de limpiar un poco y poner en orden los armarios, con el fin de no cortarnos con los platos rotos por doquier y no tropezar con alguno de esos cables de sinergias (lo de sinergia, por cierto, suena a enfermedad o desgracia: de dónde saldrán esos palabros…) extendidos por la casa.
Y es que plantearnos una continuidad o avance de la ciudad en materia de cultura exclusivamente en términos de un proyecto, un único proyecto en el que además se inyectan todos los recursos, en lugar de diversificar los “cestos” de inversión (esto es estrategia financiera elemental), es un tremendo error. Y no porque lo diga yo, sino porque es una tautología indesmontable: si el proyecto falla (que es lo que ha fallado en este caso, no le demos más vueltas al queso) nos quedamos con el culo al aire. Pero si lo que hay es una conciencia cultural sólida a todos los niveles: institucional, estructural, cívica, emocional… entonces las posibilidades de salir a flote de cualquier revés son tantas que tornan ese revés en una mera anécdota.
Esa conciencia cultural sólida es lo que se echa en falta en Santander. Una conciencia cultural sólida no se amasa a partir de algunas actividades esporádicas más o menos lúdicas en las que participa un colectivo que, en su conjunto, es muy pequeño. Una conciencia cultural sólida pasa seguramente por la realización de (algunas de) esas actividades, pero también por otros asuntos de tanta o más enjundia, en los que también participan otros colectivos y que se hacen patentes por otros indicios. Y aquí es donde entro directamente a hablar de lo que quiero hablar: Harmonia Mundi, el establecimiento de música clásica, jazz, étnica, alternativa y cualquier otro género o etiqueta en que pueda pensarse, ha cerrado sus puertas en Santander. La ciudad que aspiraba a la capitalidad cultural europea no tiene abierto para sus habitantes un solo establecimiento dedicado a la música (dejando a un lado una tienda que cuenta con una oferta minúscula y las áreas -no demasiado bien surtidas, dicho sea de paso- de las grandes superficies). Ya otros comercios dedicados a la música (por ejemplo, Gong), habían cerrado sus puertas previamente
Harmonia Mundi se muda a una ciudad muy cercana de una comunidad autónoma muy cercana, donde tal vez la cultura se trata con menos fuego de artificio y con mayor y efectivo esmero, a juzgar por la calidad de librerías, centros culturales, bibliotecas y museos abiertos (no cerrados en tramos horarios o días inverosímiles, como algunos de los nuestros), auditorios y teatros, conciertos en vivo en locales de copas, sustanciosas becas y ayudas institucionales a las actividades culturales, conservatorios con posibilidad de cursar estudios superiores… Alguien dirá que esa ciudad de al lado cuenta con mayores presupuestos. Y yo le podría contestar que los presupuestos con los que ha contado nuestra ciudad para cultura en los últimos meses no han sido precisamente desdeñables. Y prefiero no entrar en detalles. Por lo demás, ese argumento no nos sirve cuando, viajando por diversas ciudades europeas, se percibe que en sus presupuestos son prioritarios los asuntos culturales sobre otros; y claro, eso se nota: se nota al pisar las bibliotecas y museos, al apreciar el mimo de las programaciones musicales y teatrales (hay auditorios en que los asistentes siguen los conciertos de música clásica en sus partituras: una entelequia en estos pagos)… al conocer, en definitiva, que en Europa se tienen el patrimonio y la cultura por uno de los yacimientos de empleo más importantes en la actualidad, y hasta se escriben informes sobre ello (informes que tal vez sean desconocidos por muchos, pero que están colgados en Internet, al alcance de cualquiera que los quiera leer: si alguien no los encuentra, que me lo diga y encantada le paso los enlaces) mientras en España se piensa que a la cultura sólo se dedican los “pringados” (con la excepción de algún que otro vampiro museológico) y los que no sirven para otra cosa mejor y más productiva.
¿Por qué cierra Harmonia Mundi en Santander? Son muchas las personas a las que les gusta la música de calidad en nuestra ciudad, las mismas personas que viajábamos a otras ciudades, grandes y menos grandes, para escuchar música, ahora también para comprar discos; pero parece que no las suficientes. Tal vez la clave esté en la formación, que es a su vez una de las claves de lo cultural en cualquier lugar del planeta donde la palabra “cultura” tenga un mínimo significado. Si no se cultiva, nada crece. El que siembra brutalidad recoge bestialismo. El que descuida la formación descuida su patrimonio futuro. En una región que institucionalmente ha potenciado su imagen con la ídem de un cantante de tercera emergiendo como Venus de las aguas del Cantábrico, cuya capital vive ensoñada en los vapores de un Festival Internacional necrótico y descuida expresamente la educación musical (no hablemos de las otras por no entrar en más jardines), no es de extrañar que se nos fuguen todos. Perdemos combustible por los cuatro costados. Por el momento, poco más que maíz se he echado al viento para recoger cosecha. Y el maíz sólo puede acarrearnos aves carroñeras; los consumidores fervorosos de cultura, en cualquiera de sus manifestaciones, no comen maíz. Así que a ver si cambiamos de semilla para paliar el yermo, que es urgente. Por el momento, la música cesó; cesó Harmonia. Seguimos esperando más desastres.