TUTTO LARMORE

Una de las visitas esperadas de este LVIII Festival Internacional de Santander era sin duda la de Jennifer Larmore, la mezzo norteamericana que en estos momentos realiza una gira de recitales por España. Larmore se caracteriza, al menos en disco, por poseer un instrumento versátil, bastante ágil, con una calidez notable que le facilita la expresividad y la sensualidad. Conocida en el repertorio operístico de los siglos XVIII y XIX, ha realizado más recientemente incursiones en la música antigua y barroca (esencialmente Monteverdi y Handel) y también últimamente se ha venido decantando por la interpretación de obras del siglo XX. Una prodigalidad que habla de la generosa adaptabilidad de su voz… y que evidentemente también pone sobre la mesa carencias diversas, como pudo apreciarse en el recital de la noche del martes.
De partida, debe insistirse una vez más, pues todo cuanto se diga al respecto parece ser insuficiente, en el hecho de que estos recitales confeccionados a base de retales de aquí y acullá hacen flaco favor a quienes los interpretan y, por supuesto, al público. Una sucesión de mega-hits nunca sorprende al respetable, y para colmo tiene la dudosa virtud de poner en apuros al solista, con lo que la reiteración de la susodicha fórmula nunca dejará de sorprenderme, por no hablar de que la concepción un tanto desnortada de estos programas acaba por producir la equívoca sensación de que “todo vale”, cuando no es verdad: no, no todo vale.
La primera parte del concierto, dedicada al periodo barroco, supuso el exiguo homenaje a Handel que el FIS dedicará al 250 aniversario del Sajón, cuya música parece irrelevante en Santander. Larmore calentó la voz con un aria del Hércules que no estuvo mal por aquello de empezar, si bien exhibió una extraña emisión en las agilidades y un canto escasamente “barroco”. Peor suerte corrió el “Doppo notte” del Ariodante, aria hermosa donde las haya, en la que la llamada “Mezzo Royal” padeció más de un problema y sufrió ostensiblemente en los graves, con una interpretación forzada y a la postre bastante desfigurada. El emblemático “Erbarme dich, mein Gott” de la Pasión bachiana careció de pasión, precisamente, aunque la afectación vocal y la gesticulación de Larmore pudieran sugerir lo contrario.
En la segunda parte del concierto la norteamericana remontó bastante, demostrando cuál es el repertorio en que se mueve hoy con más comodidad, aunque también hubo sus irregularidades: verbigracia, una mediocre “Barcarola” de Offenbach frente a una pizpireta Cenerentola rossiniana en la que, no obstante, la sombra de Bartoli es demasiado alargada. Por lo demás, también en esta sección se hizo un esfuerzo por representar determinadas piezas (a la luz de una vela con Humperdinck, españolísima con Bizet…), algo que el público agradeció con fruición. Las propinas fueron poco elegantes (a quién se le ocurre desempolvar el “Con el vito vito…”) y sin embargo muy aplaudidas, probablemente por los esfuerzos actorales de Larmore, empeñada en mostrarnos su vis cómica; sólo le faltó abrirse de piernas, como hizo el año pasado Karita Mattila…
La cantante se presentó acompañada del quinteto de cámara Opusfive, que supo arroparla debidamente, e incluso diría, ponerse a su servicio, como en los extraños dúos que Larmore se marcó con el violín, mutado en soprano respondona. A pesar de algunos problemas esporádicos de desafinación de su enfático concertino, Sebastian Hamann, y de alguna indelicadeza ocasional en el fraseo, el ensemble cumplió con soltura, siendo de lo mejor de la noche los Contrapuncti de Bach que fueron intercalándose entre pieza y pieza.
En resumen, un puñado de retales “Tutto Larmore” para mayores sin reparos.

Comentarios

Emetorr1714 ha dicho que…
Lo que te decía el otro día...
No te tiembla el pulso al escribir una crítica.
Yo no necesito asistir ni escuchar ningún concierto, si te puedo leer.
Y te leo y releo con atención.
Y me gusta hacerlo.
Ya lo creo que sí.

Besos
Anónimo ha dicho que…
Mi querido Fan: Siempre es un placer contar con la lectura generosa de tus ojos atentos. Un beso especial.