Antoine Tamestit, viola
Markus Hadulla, piano
Warsaw Philharmonic
Dmtrij Kitajenko, director
Ambroisie, 2008. 1h 5’
Distribuye: Diverdi
Aunque la viola es un instrumento en cierto modo marginal –ni de lejos ha sido dedicataria de tantas composiciones como el violín o el piano–, en este disco se reúnen con acierto dos de las “piezas estrella” concebidas para este instrumento en la contemporaneidad: el concierto de Schnittke (1985) y la sonata de Shostakovich (1975), investidas ambas de cierto halo crepuscular, por cuanto constituyeron un hito decisivo en la vida de sus autores: en Schnittke fue la antesala del ataque cardiaco que le dejó postrado hasta el fin de sus días, en Shostakovich fue la banda sonora misma de su muerte (ni siquiera pudo llegar a oír su estreno oficial, el 25 de septiembre de 1975 en Leningrado). Se da además la circunstancia de que ambos compositores mantuvieron una relación tan estrecha como tortuosa; el influjo de Shostakovich puede apreciarse de forma apabullante en la pieza de Schnittke.
El concierto de este último es estremecedor por su sentido agónico y su angustia, algo que se hace patente en especial en el segundo movimiento, en que una melodía lírica lucha denodadamente por sobreponerse a una fuerza irreductible, que cambia constantemente de color, con habilidad diabólica. En el tercer movimiento, más próximo al barroco, una viola reflexiva desgrana su discurso para acabar muriendo en una nota desmayadamente sostenida. La sonata de Shostakovich es un lamento inquietante y sardónico. Cuando el ruso la compuso sabía ya que iba a morir; de hecho, la revisó en un último esfuerzo cuatro días antes de partir. Su libertad formal impresiona tanto como su irónico patetismo. La obra se remata con un do grave de la viola que se extingue como una lágrima que cayera en la tierra para siempre.
Antoine Tamestit, que ya nos había impactado con su anterior disco, dedicado a Bach y Ligeti, da una auténtica lección interpretativa plena de rigor, entrega e inteligencia. Markus Hadulla es brillante compañero al piano. Bien por la versátil Filarmónica de Varsovia. Por no hablar de una toma de sonido magnífica. Un disco adictivo, que cuanto más se escucha más revela y más fascina.
Markus Hadulla, piano
Warsaw Philharmonic
Dmtrij Kitajenko, director
Ambroisie, 2008. 1h 5’
Distribuye: Diverdi
Aunque la viola es un instrumento en cierto modo marginal –ni de lejos ha sido dedicataria de tantas composiciones como el violín o el piano–, en este disco se reúnen con acierto dos de las “piezas estrella” concebidas para este instrumento en la contemporaneidad: el concierto de Schnittke (1985) y la sonata de Shostakovich (1975), investidas ambas de cierto halo crepuscular, por cuanto constituyeron un hito decisivo en la vida de sus autores: en Schnittke fue la antesala del ataque cardiaco que le dejó postrado hasta el fin de sus días, en Shostakovich fue la banda sonora misma de su muerte (ni siquiera pudo llegar a oír su estreno oficial, el 25 de septiembre de 1975 en Leningrado). Se da además la circunstancia de que ambos compositores mantuvieron una relación tan estrecha como tortuosa; el influjo de Shostakovich puede apreciarse de forma apabullante en la pieza de Schnittke.
El concierto de este último es estremecedor por su sentido agónico y su angustia, algo que se hace patente en especial en el segundo movimiento, en que una melodía lírica lucha denodadamente por sobreponerse a una fuerza irreductible, que cambia constantemente de color, con habilidad diabólica. En el tercer movimiento, más próximo al barroco, una viola reflexiva desgrana su discurso para acabar muriendo en una nota desmayadamente sostenida. La sonata de Shostakovich es un lamento inquietante y sardónico. Cuando el ruso la compuso sabía ya que iba a morir; de hecho, la revisó en un último esfuerzo cuatro días antes de partir. Su libertad formal impresiona tanto como su irónico patetismo. La obra se remata con un do grave de la viola que se extingue como una lágrima que cayera en la tierra para siempre.
Antoine Tamestit, que ya nos había impactado con su anterior disco, dedicado a Bach y Ligeti, da una auténtica lección interpretativa plena de rigor, entrega e inteligencia. Markus Hadulla es brillante compañero al piano. Bien por la versátil Filarmónica de Varsovia. Por no hablar de una toma de sonido magnífica. Un disco adictivo, que cuanto más se escucha más revela y más fascina.
Comentarios
Un cordial abrazo y ... sigue así.
Jesús.
Un abrazo, querido Jesús. Espero que sigas merodeando por esta casa si la encuentras de tu gusto.