DEBUSSY Y POULENC, mano a mano

Claude Debussy:
Sonata nº 1 para violonchelo y piano. Valse “La plus que lente”. Scherzo. Intermezzo
Francis Poulenc :
Sonata para violonchelo y piano. Bagatela en re menor. Serenata. Suite francesa
Jean-Guihen Queyras, violonchelo
Alexandre Tharaud, piano

Harmonia Mundi, 2008. 62’47

Distribuye: Harmonia Mundi

Jean-Guihen Queyras y Alexandre Tharaud, a la par que dos magníficos solistas –especialmente destacados dentro de lo que podría llamarse “nueva generación” de instrumentistas–, constituyen una pareja carismática. Tal vez por eso, porque lo son y porque lo sospechan, no es infrecuente verlos en compañía, lo mismo en grabaciones que en recitales en directo. En esta ocasión, vuelven a reunirse para ofrecer un peculiar programa: una conjunción de obras de Debussy y Poulenc. Extraña asociación que, sin embargo, encuentra su justificación en el redondo resultado final, en ese grato sabor que deja el reproductor cuando suena la última nota de la Suite Francesa tejida por Poulenc al calor del renacentista Claude Gervaise, el misterioso autor de la primera tablatura francesa para viola.
Huyendo de los amaneramientos a los que con facilidad podrían haberse abandonado, ambos intérpretes logran extraer una atmósfera evocadora, plena de esa gracia barroca irrepetiblemente francesa y al tiempo de una sobriedad próxima a la contemporaneidad. La sonata para chelo de Debussy, alumbrada en 1915, es una obra característica de su autor, bien conocida por sus deliciosos pasajes a base de pizzicati con la mano izquierda y spiccati, que Queyras traduce con exquisitez. En la ya tardía sonata de Poulenc es Tharaud quien lleva la voz cantante, demostrando su absoluto dominio del repertorio. Muy expresiva resulta también la poco conocida y traviesa Bagatela en re menor y la calma ironía que transpira la Serenata del “monje malicioso”. El vals “La plus que lente”, página que suele asociarse al brillante Rubinstein, cobra elegancia en las manos de Tharaud, como una dama altiva que vagara por los cafés –según quería Debussy– en busca de memorias. En suma, un disco refinado al que sólo cabe reprochar lo realmente desafortunado de su portada.

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