Henry Purcell: MUSIC FOR A WHILE AND OTHER SONGS

Alfred Deller, contratenor
Wieland Kuijken, viola baja
William Christie, clave
Roderick Skeaping, violín
Robert Elliot, órgano
Jane Ryan, viola baja

Harmonia Mundi, 2008 (1979). 55’18’’
Distribuye: Harmonia Mundi



Dentro de su nueva y excelente serie conmemorativa hmGold, Harmonia Mundi rescata un disco de fecha memorable. 1979 fue la fecha en que Alfred Deller desapareció, y fue también la fecha –justo tres meses antes de su muerte– de grabación de su último disco. Quiso la casualidad, o tal vez un destino coherente e inevitable, que el repertorio último que abordara Deller fueran las canciones de Henry Purcell. Deller fue pionero no sólo a la hora de fijar los derroteros por donde habrían de discurrir los contratenores posteriores, sino también al defender la excelencia de la música de Purcell (su primera grabación fue precisamente un Purcell en compañía de Walter Bergmann), y en particular su objeto de personal devoción: las canciones isabelinas para laúd. En 1950, Deller fundó incluso el Deller Consort, con el objeto de perseguir más a su gusto, rodeado de una selección de cantantes e instrumentistas (entre ellos y sobre todo el laudista Desmond Dupré), repertorios relativos a los siglos XVI y XVII, siempre con atención especial a John Dowland y al compositor de Westminster.
En este Music for a while Deller va desgranando catorce canciones de excepcional belleza. Podrían resaltarse muchas de ellas, pero en especial el Planto inicial supone la audición de más de 7 minutos de refinada excelencia, que justificaría en sí mismo el disco entero, de no ser porque el resto de las canciones cuentan asimismo con una frescura y una intimidad extraordinarias que merecen atención individualizada. Es obvio que la voz de Deller tiene muy poco que ver con la de otros contratenores que se han acercado a las canciones purcellianas. Lejos de las acrobacias vocales del jovencísimo Jaroussky, y en un plano diferente a la innata elegancia de Gérard Lesne, Deller aporta en este disco una cualidad decididamente impagable: la madurez. Una madurez que le hace sufrir ocasionalmente en algunas tomas de aire y en las notas más altas, pero que supone una hondura y un conocimiento de las obras que en verdad estremece. No es extraño, entonces, que brille especialmente el contratenor inglés en sus interpretaciones de The Plaint y O Solitude, a modo de doloridos diálogos consigo mismo, recorridos por una voz un poco resentida (67 años son 67 años) y sin embargo plena de color, expresividad e intensidad. Espléndido también el acompañamiento de Kuijken y Christie, que subrayan con discreción e inteligencia el esforzado quehacer de Deller. En suma, un disco para el más elevado gozo sensorial y un testimonio ineludible en cualquier discoteca que se precie.

Comentarios

Jorgewic ha dicho que…
Amen
Jorgewic ha dicho que…
Y amen.
Anónimo ha dicho que…
Y requeteamén :-)
Me alegra verte por aquí. Besos.