TAMBIÉN BELLEZA EN LA MELANCOLÍA

Son muchos los genios entregados al mundo del arte de los que no conocemos apenas nada de su paso por el mundo, más allá de dónde vivieron, si estuvieron tal vez casados, si murieron consumidos por las deudas, si su producción fue más o menos extensa y esta se perdió o se conservó.
En el hogar del caracol, en las evoluciones de la rosa, en los peldaños de una escalera circular interminable; en todo ello se encuentra la divina proporción. En todo ello y en el encaje sin fin que va tejiendo Sylvius Leopold Weiss entre las cuerdas de su laúd de trece órdenes. De Weiss apenas conocemos detalles relevantes de su vida, salvo que se relacionó con músicos importantes de su época y que logró gozar de una vida acomodada. Weiss fue seguramente el laudista más delicado e indispensable de la Historia de la Música, un producto tardío (nace en 1687) que supo cincelar como ninguno el interminable sonar de la belleza en la cuerda pulsada (incluso añadió dos cuerdas a su instrumento en una osada innovación técnica). Amigo íntimo de Bach, con el que llegó a tocar algún concierto, bien podría calificársele de músico secreto que componía menos para el mundo que, sobre todo, para sí, ya que nunca pensó en publicar sus obras (por otra parte no escasas), sino que las alumbraba esencialmente para su propio disfrute. A pesar de ello, la envidia, que no encuentra descanso, parece que se sustanció en la figura de un turbio violinista que quiso arrancarle de un mordisco el pulgar, celoso de la difusión inevitable de su arte. Con Sylvius Leopold Weiss se extingue el instrumento, su peculiar y difícil tablatura y, sobre todo, la ensoñada melancolía de su lenguaje, enmudecido para siempre. En esa voz última de cisne estrangulado aletea el sublime poder de la belleza, como en todo paisaje que termina se rastrea una inusitada perfección. Varios músicos han abordado con acierto la obra inabarcable de Weiss. El norteamericano Robert Barto se embarcó en la grabación de una magnífica integral para el sello Naxos que consta de varios volúmenes pero que aún no se ha culminado ni parece que vaya a hacerlo. Por otra parte, hay discos antológicos como el de José Miguel Moreno (Ars Melancholiae, en el sello Glossa, 2009, reeditado en 2014) que son un auténtico remanso para el espíritu y un acicate para la memoria. Tal como puede escucharse también en esta hermosa muestra de Yasunori Imamura: https://youtu.be/Cx9G9jts_wI