SED DE VEROSIMILITUD

Apelando al cada vez más frecuente formato de pequeño escenario, muy próximo al espectador, se ha estrenado en el Palacio de Festivales de Santander Sed, texto para dos personajes de Alejandro Butrón Ibáñez —autor joven que ha obtenido un par de galardones recientemente—, con dirección de César Barló. La obra plantea una crisis matrimonial a puerta cerrada, tras una revelación demoledora que el marido accede a realizar a su esposa: su pedofilia inconfesa, que por otra parte dice mantener a raya. El conflicto estalla de forma casi inmediata, a los pocos minutos de comenzar la función.
Es evidente que el autor quiere poner el dedo en la llaga de un asunto que, por desgracia, ha conmovido a la sociedad desde los noticiarios muy asiduamente en los últimos tiempos, y que intenta hacerlo además de manera no sabemos si original o provocadora, al presentar a un pedófilo que busca nuestra comprensión y a una esposa a la que más parece preocupar su atractivo sexual ante su extraviado marido que la monstruosidad de su naturaleza. Este deseo de bordear lo obvio empuja a los personajes a situaciones límite absolutamente inverosímiles que, por otra parte, hacen que el calado de la posible denuncia o reflexión que pudiera emanar de la obra se resienta notablemente. Por lo demás, todo resulta demasiado ligero en el texto: la precipitación de acciones y reacciones, la documentación del problema planteado, la inserción de temas laterales que distraen del principal.
Sauce Ena y Mariano Rochman —ella con bastante más nivel de entrega, aunque muchas veces eso la lleve al melodrama— intentan defender un proyecto en que se echa en falta mayor solidez en texto y dirección, y que escénicamente se presenta articulado de modo muy básico, con unas piezas gigantes de Lego que resultan más simbólicas que funcionales. Sed solo encuentra redención si se entiende orientada a un público muy joven, dado su esfuerzo por primar lo lineal del mensaje sobre otras preocupaciones más estrictamente formales o puramente teatrales.