SUSPIROS DE AMOR PULSADOS

«Dando muy grandes sospiros que el amor le hazía dar» reza el popular romance  de Conde Claros con que se tituló el concierto que Eduardo Egüez regaló al auditorio reunido en el Casyc en la noche del pasado sábado, inaugurando así el tercer ciclo programado para este otoño por la Academia de Música Antigua de Cantabria. Y en verdad grandes suspiros de amor logró arrancarnos el celebrado instrumentista argentino en una velada absolutamente deliciosa no solo para los amantes de la música antigua o de la interpretación historicista, sino para cualquier devoto de una música exquisita que logra romper las cadenas del tiempo para presentársenos con absoluta naturalidad hoy en día.
El maestro de la cuerda pulsada acometió un concierto estructurado en dos partes muy diferenciadas, instrumental y estilísticamente. La primera, con la vihuela como protagonista, exploró la mejor música renacentista española (Milán, Daça, Narváez y Mudarra), encomendada al sutilísmo desarrollo de la fantasía. La introspección de las piezas no fue obstáculo para que Egüez desplegara su apabullante capacidad en las mayores virtudes de este género, esto es, la improvisación y la imaginación, sumadas a la claridad articulatoria y a una delicada transparencia.
La segunda parte cambió radicalmente en tono, con piezas de Murcia y Sanz, incorporando el sabor mucho más popular de la guitarra barroca, la gracia de la danza y el espíritu racial iberoamericano en un cautivador conjunto de marionas, tarantelas, cumbées, jácaras y canarios, sin olvidar un fandango ni la más famosa canción del XVII español: Marizápalos. Egüez introdujo en ambas partes con atinados comentarios todas las piezas y compositores abordados, ofreciendo un recital redondo desde el punto de vista musical y didáctico. Un gran tanto el que se ha apuntado la AMAC con su primera convocatoria: tantas veces lo más excelso es lo que produce menos ruido.