De auténtico banquete celestial podríamos calificar el
concierto inaugural del ciclo de Música Antigua al que desde hace ya varios
veranos nos tiene ya bien acostumbrados la UIMP. En esta ocasión, el ensemble
Café Zimmermann y el contratenor Damien Guillon fueron los encargados de dar el
significativo «pistoletazo de salida» a la nueva convocatoria estival de la
Universidad Internacional en la Iglesia de Santa Lucía, y ello con un repertorio sacro, íntegramente
vivaldiano, que nos causó una delicia bien profana: la Sinfonía Al Santo
Sepolcro, el Stabat Mater, y el Nisi Dominus, además de dos hermosos
conciertos para violonchelo (RV 414) y violín (RV 155).
De Zimmermann y Guillon son bien conocidas sus afortunadas y
extensas incursiones en el universo de Johann Sebastian Bach, pero también que
últimamente se están decantando por un progresivo acercamiento al pelirrojo
maestro veneciano. De hecho, me he permitido el guiño de sustraer como título
para esta reseña el que exhibe el último disco de Guillon, editado en Glossa,
que nos ofrece un fantástico Nisi Dominus de Vivaldi junto a la límpida y
delicadísima voz de Céline Scheen. Así pues, esta obra, que tal vez se erigió
en protagonista de la noche, nos mostró a Guillon en plenitud de su capacidad
vocal, haciendo gala de un instrumento aterciopelado, bien colocado y bien templado,
con impecable técnica y excelente proyección —qué excelente resolución del «Cum
dederit» que todos aguardábamos—. A su lado, los Café Zimmermann, con Céline Frisch
al frente, nos dispensaron el elegante sonido que se esperaba de ellos,
pausado y colorido, lejos de los excesos de otros ensembles
habituales del repertorio. También el Stabat Mater nos permitió apreciar el
empaste y brillantez de estos músicos bien conocidos —Frisch, Lopes, del Moral,
Gagnon, Skalka, Simmer—, cuyas carreras individuales se han desarrollado
siempre en el seno de las mejores y más célebres agrupaciones de música
antigua.
En el repertorio estrictamente instrumental se pudo degustar
un mayor ímpetu de los intérpretes, en especial de Petr Skalka, con alguna
desafinación en el inicio del RV
414 que, sin embargo, recondujo con soltura, y la gran belleza del RV 155.
En suma, una noche muy satisfactoria en la que solo fueron insuficientes los programas de mano: un defecto, por otra parte, tan molesto como frecuente año tras año en estas convocatorias musicales de la UIMP, en el que esperamos no sigan reincidiendo, pues es bien fácil de resolver.
En suma, una noche muy satisfactoria en la que solo fueron insuficientes los programas de mano: un defecto, por otra parte, tan molesto como frecuente año tras año en estas convocatorias musicales de la UIMP, en el que esperamos no sigan reincidiendo, pues es bien fácil de resolver.