TINIEBLAS ESTIVALES

En la penúltima entrega del magnífico ciclo de Música Antigua promovido por la UIMP hemos tenido ocasión de escuchar a la formación Los Músicos de su Alteza, ensemble que lleva ya veinte años en la brecha de la música barroca, con grabaciones discográficas del máximo nivel. En la menos santa de las semanas santanderinas, con ruidosos cánticos y jolgorios varios en la plaza de Cañadío que traspasaban los muros de Santa Lucía, la agrupación aragonesa se decantó por un exigente programa sustentado esencialmente por las Tres Lecciones de Tinieblas de Couperin, oficio que toma las Lamentaciones de Jeremías como inspiración y cuyos versículos, enunciados con las letras del alfabeto hebreo, permiten fascinantes y difíciles vocalizaciones. La noche se completó con unas piezas de clavecín del propio Couperin y una suite para viola da gamba y continuo de Marin Marais. 
Luis Antonio González en la dirección y desde el clave volvió a demostrar una vez más en ambas tareas su soltura y serena sabiduría respectivamente, aun a pesar de las inclemencias del tiempo santanderino, cuya extrema humedad ha puesto a prueba la resistencia de todos los instrumentos que han pasado por el ciclo. No obstante, González nos deleitó con una gozosa lectura de Couperin, menos expresiva que exquisita. El oscuro sentimiento de Marais dio ocasión al lucimiento del violagambista Pedro Reula. Eugenia Boix mostró un instrumento hermoso aunque con una emisión muy forzada, y menos recoleto de lo que la partitura sugiere. En cambio, Olalla Alemán hizo gala de su carnosa y cálida voz, regodeándose en una precisa pronunciación y en bellísimos melismas. Ambas cerraron a dúo la Tercera Lección y la noche, encerrando en las tinieblas las últimas horas de julio.