CIOFI IN EGITTO

El pasado viernes tuvo lugar en el Palacio Euskalduna de Bilbao la última de las representaciones del Giulio Cesare in Egitto, dentro del marco de la 57 Temporada de Ópera de la ABAO. De este modo se ha iniciado la venturosa celebración del 250 aniversario de la desaparición del grandísimo Georg Friedrich Haendel, que esperemos nos depare abundantes manjares musicales a lo largo del año, aunque ello suponga inevitables desplazamientos por nuestra geografía.
Es innecesario decir que una representación del Giulio Cesare constituye todo un acontecimiento, en primer lugar porque no es frecuente presenciar la puesta en escena de óperas barrocas, habitualmente relegadas ante otros repertorios, y porque además hablar del Giulio Cesare es hablar de uno de los grandes títulos del género y por ende uno de los más exquisitos de su autor, el compositor sajón. Partiendo de este hecho, es preciso sin embargo señalar que hubo en la representación luces y sombras a todos los niveles, lo mismo en el montaje que en el elenco, a excepción de la orquesta, que supuso un magnífico acierto en su totalidad. Vayamos por partes.
La primera sorpresa se nos deparó ya desde el mismo comienzo, dejando a los coros de bienvenida entre bambalinas, fuera de escena, donde sólo aparecen unos despistados figurantes ad hoc a modo de play-back made in Obama, lo que sin duda constituyó un gran error: no se oyó absolutamente nada salvo una masa vocal apagada y confusa que no se sabía a ciencia cierta de dónde provenía. La escenografía de Yannis Kokkos se antojó bastante desastrosa, a la par que escasamente imaginativa: feos motivos en las paredes, una anacrónica y enorme lámpara que se comía el escenario, escaleras por doquier (algunos registas parece que no acaban de aprender que las escaleras están ya muy vistas y que además son incomodísimas para los cantantes), elementos escénicos muy pobres (la cabeza de plástico de Pompeyo, los setenteros sofacillos de skay que parecían salidos de una renovación de la vivienda de Kokkos...), la terrible aparición de Cleopatra a modo de negra reina de "las noches" o chica de alterne en el, digamos, Nilo's Club, con unos jeroglíficos iluminados a diestra y siniestra… Si a ello añadimos que se veía a los operarios retirar los elementos de escena, y encima haciendo ruido… En fin, tremebundo. La única gracia de la cosa estuvo en los canopos andantes, que la verdad es que resultaron divertidos. El vestuario, por su parte, supuso un auténtico pêle-mêle, entre soldados coloniales, concubinas cincuenteras, viudas frau, chicos de Brideshead, guardianes galácticos… por no hablar de los abrigos desmesurados de César y Achilla, que debieron de pasar –y pesar– lo suyo.
Pero no todo fue malo. Como ya se ha dicho, Eduardo López Banzo y Al Ayre Español demostraron su excelente hacer, con un sonido límpido, elegante, vital, transparente, demostrando que tienen mucho y bueno que decir en el panorama de la interpretación barroca actual. Perfecto el volumen (y esto es importante por lo que luego diré). Espléndido el solo de violín, en escena, de "Se infinito ameno prato". También se resolvió bastante bien el dificultoso "Va tacito", con ese demoledor solo de trompa de caza que pone a prueba al más pintado. Únicamente es denunciable el hurto innecesario que abruptamente se perpetró en el comienzo del acto segundo, y así mismo el absurdo recorte del acto tercero. Nunca terminaremos de explicarnos las licencias que tantos se toman a la hora de realizar montajes de ópera barroca, como si la música y las arias en su orden y/o contenido fueran superfluas.
Vocalmente hubo de todo. Una de las esperanzas de la noche, Lawrence Zazzo, hubiera hecho mejor quedándose en su casa. Voz inaudible, aliento escaso (¡daba patadas en el suelo para ayudarse en la emisión!), agilidades desastrosas, notas fagocitadas… Preferible no detallar más. Y eso que Banzo le ayudó muchísimo rebajando el volumen de la orquesta en sus arias, pero ni por esas. A la contra, Christophe Dumaux hizo un Tolomeo encantador: con buen arrojo y prestancia vocal, dejó a Zazzo aún más en vergüenza, si cabe, por comparación odiosa pero justa. Además, se mostró como magnífico actor, presentando un rey egipcio caligulesco y lascivo. De Riccarda Wesseling (de voz correcta aunque sin alma ni matices, y pésima actriz, que sufría penosamente trepando por las escaleras de Kokkos) y Kristina Hammarström (un tanto mate su voz, más próxima a la de una contralto que a la de una mezzo, y acartonada su apostura) cabe decir, no obstante, que protagonizaron magníficamente su delicado dúo del primer acto. Por su parte, Gezim Myshketa, con voz adecuada, hizo un buen Achilla, y lo mismo puede decirse del resto del elenco. Dejo para el final lo mejor: Patrizia Ciofi. Espléndida en todo momento, aunque brilló sobre todo en el segundo acto (qué delicioso y emotivo su "Giusto ciel, io morirò"), cumplió más que sobradamente con las exigencias de sus arias, exhibiendo una voz en plena forma, con volumen (fue a la única que se oyó perfectamente, en realidad) y bella coloratura. Además, demostró ser una actriz magnífica, comprometida e intensa, a pesar de los empeños de Kokkos en lograr lo contrario, pues en todo momento la dirección de escena brilló precisamente por su ausencia o por su insensatez.
Por finalizar, algo triste: deserción generalizada en el segundo acto. Claro que por entonces eran las 11 de la noche y había que cenar. El hambre del cuerpo es más poderosa que el hambre del espíritu. Una lástima, pues en conjunto, a pesar de los defectos señalados, la representación mereció mucho la pena.

Comentarios

Pablo J. Vayón ha dicho que…
Joé con la lámpara...
Anónimo ha dicho que…
Grande y fea de narices...
Alberich ha dicho que…
Llevo un rato paseando por su blog y debo decir que me encanta.
Su preclaridad es un ejemplo.Gracias.
Anónimo ha dicho que…
Gracias, Alberich. Está usted en su casa. Además, El Pozo y el Péndulo le resultará especialmente querido por motivos de devoción que comparto. Un abrazo.
Anónimo ha dicho que…
Es que a veces es mejor que no haya escenografía. Hace exactamente un año escuchamos en versión concierto en Valladolid un Julio César con Jacobs a la batuta, Zazzo y Sandrine Piau... Fue literalmente inenarrable; hacía años que no escuchábamos algo tan bellamente cantado e interpretado; hubo al finalizar un aplauso colectivo en pie de más de 15 minutos. Los músicos y cantantes no se lo creían....no eran conscientes del todo de la belleza que nos habían creado.
Yo había escuchado ya cantar dos veces a Zazzo en representaciones en escena y me había encantado, pero esta vez fue por demás (amigos mios que viajaron por escucharle tras mi recomendación tuvieron la misma sensación. Quizás fue por la dirección de Jacobs.... o porque no tenía la dichosa lámpara ... :-) Un abrazote
Anónimo ha dicho que…
Mi queridísimo José Miguel: Ya he oído en más ocasiones hablar maravillas de ese GC de Valladolid, que en verdad debió ser precioso. La verdad es que Jacobs es un hacha con estos repertorios,pero también es importante que los cantantes "den la nota" en el mejor sentido, claro, y hay días... que no. Lo de Zazzo en este montaje fue un desastre, no sé qué le pasaba, desde luego no fue culpa de Banzo. Quizá el auditorio, que es enorme, aunque a Tolomeo se le escuchó bien. Al final va a ser verdad que la culpa fue de la lámpara. Cómo era, oye... Besotes gordos.
Anónimo ha dicho que…
Pues yo también estuve en ese Giulio Cesare, y coincido con el desastre sin paliativos de Zazzo, que yo que ya tenía cierta aversión a los contratenores, salí profesando odio eterno a la cuerda, y la maravilla total que supuso Ciofi, que recuerdo como algo mágico.

Y a lo que iba. El solo de violín al que se refiere creo que fue interpretado por Amandine Beyer, que últimamente ha publicado algunas grabaciones con el conjunto Gli Incogniti. Como ejemplo le dejo ésto: http://www.youtube.com/watch?v=hcGPA0igTeg , que bien que no es muestra del virtuosismo de Amandine, pues a mí me gusta, qué quiere que le diga..

Javier
Anónimo ha dicho que…
Hola, Javier. Bienvenido.
Conozco a Amandine Beyer y sus maravillosas grabaciones para Zig Zag. No sé por qué deduce usted que no me gusta, cuando en mi texto digo que su solo fue espléndido.
Por otro lado, no comparto en absoluto su rechazo por los contratenores. Le aconsejo que se pasee por los últimos discos de Jaroussky, Scholl, Cencic o Mehta para corregir su opinión. Un mal contratenor no hace mala una cuerda.
Saludos cordiales.
Anónimo ha dicho que…
Si ya tenía claro que le había gustado Beyer, no sé cómo he sido capaz de dar a entender exactamente lo contrario. Me pasa a menudo últimamente. Estarse convirtiendo en un viejo cascarrabias es lo que tiene.

Y en lo de los contratenores pues le doy la razón, pero es que no puedo con ellos. Lo seguiré intentando, a ver si algún día tengo una revelación contratenoril que me haga caer del caballo.

Me gusta su blog y si aparezco para soltar alguna impertinencia no la tenga en cuenta. Sé muy poco y cada día menos.

Muy cordialmente,

Javier
Anónimo ha dicho que…
Javier, aparezca por aquí cuanto quiera. La contradicción también es bienvenida :) Un abrazo.