RENOVARSE O MORIR

El día 1 de este mes el Festival Internacional de Santander ha dado por finalizada su 57ª convocatoria, y parece llegado el momento de reflexionar sobre cuáles han podido ser sus aciertos y asimismo sus aspectos susceptibles de mejora.
Ante todo, parece necesario decir que el FIS empieza a resultar un Festival que cada vez sorprende menos. No importa que hablemos de la edición 54ª, 55ª, 56ª o 57ª: son escasas las variaciones que se han venido produciendo en los últimos años, y las que se han producido en este año en particular no pueden por menos de calificarse como discutibles. Tal vez el hecho de que al frente del “barco emblemático” se perpetúen el mismo capitán y tripulación desde hace décadas tenga algo que ver en la cuestión; lo cierto es que son raras las sorpresas y nulas las novedades. Hace ya tiempo que estamos acostumbrándonos –a la fuerza– a la reiteración de una programación y de unos protagonistas a los que parece haberse sacado abono para pasar el verano en Santander. Ello no significa un demérito en su consideración profesional o artística (muchos de ellos son excelentes intérpretes), pero sí una ligera inducción al aburrimiento, dado que, siendo el mundo como es ancho y ajeno y poblado por doquier de artistas y agrupaciones de espléndida valía, un hado oscuro y vengativo parece conducir siempre a los mismos nombres… y a las mismas partituras. De modo que no es que tenga yo nada contra la embriagadora Liebestod wagneriana, pero es de subrayar que su tercera interpretación en los cuatro últimos años empieza a resultar un penoso déjà-vu. Lo mismo cabe decir de la Tercera Sinfonía de Beethoven, y también de su Novena, maravillosas ambas, pero que bien se merecen un descanso. Por repetirse, hasta las propinas se repiten, y esto no se arregla ni con bicarbonato; por lo demás, tanta reiteración es lógica, dado que los invitados siempre son los mismos: nadie duda que el FIS le ha sacado gusto a Zubin Mehta, que ya parece tan indispensable como la Coca-Cola en una feria; también ha repetido Temirkanov, a quien se homenajeó por su supuesta retirada en el FIS de hace tres años; y es factible que Inbal pudiera empezar a plantearse comprar casa en Santander. Y es que muchos son los llamados, pero pocos –siempre los mismos– los elegidos para los fastos sinfónicos del FIS. William Christie –a quien admiro y adoro– ya ha hecho también doblete… y cabe la posibilidad de que el Orfeón Donostiarra, a fuerza de venir, cambie su gentilicio. Y ya que se habla de coros –o más bien “del único coro” (dejando a un lado a la Salvé, con la que aquel comparte honores)– , una no puede dejar de pensar, verbigracia, que el magnífico Monteverdi Choir –uno de los mejores del mundo en la actualidad, dirigido por ese gran “desconocido” llamado Gardiner– ha estado presente en el festival compostelano Via Stellae hace menos de un mes, y que en su boca se puede escuchar un Bach absolutamente celestial (que casi nunca se escucha en el FIS) al irrisorio precio de 10 euros. Pero mejor no entrar en el tema del más que abusivo precio de las entradas del Festival, porque eso daría para un tratado completo… si bien no por ello podemos dejar de explicarnos por qué el FIS no ha colgado el “no hay billetes” en ninguna de sus representaciones en la Sala Argenta con excepción de tres acontecimientos. Es bien sabido que llenar un auditorio no supone la garantía de calidad de una programación, pero al tiempo no llenarlo debería sugerir un mínimo de reflexión a los programadores. Aunque estos tal vez no estén por la labor.
Entre las novedades de este año cabe citar la inusitada e improcedente inclusión del Concurso de Piano dentro de la programación del FIS, que siempre había permanecido al margen de tal marco. Las razones de tal inclusión son como los designios divinos: inescrutables. Lo cierto es que el Concurso succionó unos cuantos días del FIS per se y tal vez propició una jornada inaugural bastante deslucida e impropia de un Festival de la categoría que el mismo FIS postula “en sí y para sí”. La ópera que tradicionalmente abría el Festival se ha trasladado al final del mes de agosto en un montaje de categoría muy irregular; para ser sólo uno el montaje operístico, sería deseable que el Festival se hubiese marcado un triunfo. Por lo demás, habiendo estado presentes en el FIS voces importantes (Mattila, Von Otter), hubiese resultado más interesante diseñar un programa en que tales voces, inteligentemente complementadas, lucieran adecuadamente (una ópera en versión concierto, por ejemplo), en lugar del habitual programa de Surtidos Cuétara, a saber: el/la cantante que interpreta un aria por aquí y otra por allí absolutamente descontextualizadas y sin pies ni cabeza (ha ocurrido en especial con Mattila, Mei y Prestia).
A cambio, y tras el empacho sinfónico que hemos padecido en la Sala Argenta (copada en un 80% de su actividad por orquestas), parece haberse cuidado en mayor medida la programación de los marcos históricos (han sido antológicos los recitales de La Venexiana y Figueiredo), enturbiada no obstante por unos problemas de organización importantes que es de esperar que se arreglen en años venideros: con una carencia absoluta de previsiones de asistencia a determinados espectáculos, no parece de recibo que incluso la policía haya tenido que acudir en Colindres a sofocar el motín de unos espectadores tratados con la desidia de quien seguramente piensa que no merecen el mismo respeto que los idem de la Sala Argenta.
Por último, otro de los puntos fuertes del 57º Festival era el homenaje al Maestro Argenta. Un homenaje que ha quedado reducido a la enésima interpretación de la Tercera y la Novena de Beethoven y a la habitual presencia de Mehta, de donde deducimos que el año Argenta viene celebrándose desde los seis últimos años del FIS. ¿Dónde ha estado la Orquesta Nacional de España, que era la orquesta de Argenta? (por cierto, en San Sebastián). ¿Por qué no se ha invitado a una de las orquestas americanas que Argenta iba a dirigir? ¿Por qué no a la Orchestre de la Suisse Romande, tan vinculada al Maestro? ¿Por qué no se ha montado una buena –pero buena, por favor– zarzuela, género que Argenta amaba? Demasiadas dudas y preguntas sin respuesta. Y todo un año por delante para enmendarse… o no: para renovarse o morir.

Comentarios

ana ha dicho que…
Cuánta razón tienes! y te lo dice una cántabra, que además vive en el pueblo donde nació Ataulfo Argenta y no ha visto aquí ni asomo de homenaje alguno que merezca la categoría de él. Una pena que el SIS vaya perdiendo año tras año la calidad que siempre había tenido.
Un saludo,
ana
Anónimo ha dicho que…
Ana, me alegra mucho tu opinión en esta tierra en que no es bien visto criticar a instituciones dinosaurio como el FIS por el mero hecho de serlo. Instituciones a las que se les va la fuerza por la boca, pero que en términos prácticos no rinden lo que tienen que rendir. El FIS, ciertamente, no es ni sombra de lo que fue, y del homenaje a Argenta, "fuese y no hubo nada"...
Saludos cordiales, tocaya.