EL SPAM DE QUIQUE EL ALFARERO

Parece que estamos de suerte. Largo ha sido el trayecto hasta llegar al fin, pero acaba de salir la que se nos promete última entrega de Quique el Alfarero. Laus Deo. Con esta última obrilla se cerrará la denominación de una generación mutante que, tras la “X”, la “de la Movida” y la “del Vacío” –nombres sucesivos para una torpeza existencial en progresiva decadencia–, ha visto en la inyección de tinta la salvación a sus dudas y sus males: me refiero a la “Generación HP”, que es la de las impresoras y a la vez la de ese inexplicable fenómeno (inexplicable como todos los “fenómenos”, en realidad) llamado Harry Potter; como estamos en época de saldos, se ve que nos regalan dos por uno.
No voy a detenerme a desgranar lo obvio: que los mastuerzos de Potter son tan gruesos como de precaria calidad, y que las películas correspondientes deben de ser aún más leñosas que los libros en que se basan (según me cuentan sufridos padres con hijos en edad de merecer). En principio, que haya libros malos a la venta no es ninguna novedad; es más, diría incluso que se está produciendo un curioso particular: mientras en las librerías nos asaltan los títulos infectos cada vez con mayor alevosía, la cultura de cierto rango (los apocalípticos, o sea) empieza a refugiarse en los quioscos; una va a comprar El Diario Montañés –por ejemplo– y se encuentra ante la testa las obras de Propercio en tapa dura, un dvd de la DG con grabaciones de Vivaldi o una película de Billy Wilder. Y encima a precio de risa. Ahí es nada. Pero a lo que iba: sabemos que la mala literatura prolifera, y prolifera para los adultos, luego imagínense para los niños. Bien está. Cada uno pasta lo que su intelecto le reclama, y eso es muy difícil de cambiar: al señor que le gustan las pelis porno es difícil que “le ponga” la platónica ensoñación de La rodilla de Claire, y eso no lo arregla ninguna campaña gubernamental ni nada por el estilo (a no ser una lobotomía). Lo que a mí me molesta, señoras y señores… es el spam (en traducción simultánea: propaganda basura), con la agravante de acoso.
La que suscribe puede resistir la tentación del canto de Quique, puede pasar de largo ante sus libros y prescindir de sus películas, pero… por fuerza me hacen víctima en la prensa, en la radio, en la televisión, en la librería –¡incluso en el selecto quiosco!– de una campaña vociferante e impía. Y es que, aunque no leo “las cositas” de Quique ni voy a verle al cine, sé que va a haber una lucha entre él y un tipo malo llamado Voldemort y que a Quique le ayuda un tal Dumblemore (me marearía con los complicados nombres de ambos si no me recordaran abstrusamente a ese ínclito héroe hispánico, el amigo Condemor). Sé también que la mamá de Quique -el infante ya tiene diecisiete años– no quiere que vaya a la Universidad; sus motivos tendrá: cierto es que la Universidad está muy malita, y lo único que le faltaba es que llegara el niño con el torno a modelar cerebros.
Sé bien que estas palabras me granjearán el odio o el desprecio de la secta de los alfareros, pero quiero que se asuma que yo nunca escribiría, como el crítico Harold Bloom, un artículo llamado “¿Pueden equivocarse 35 millones de compradores de libros? Sí” (esto fue allá por 2000: no sospechaba Bloom lo que había de llegar aún). Quiero que me crean que nada tendría contra las hechicerías del buen Quique si no fuese por su spam masivo e insufrible. Quiero que sepan que si Quique me cae gordo, como Dan Brown, es por pesado. Seguro que muchos papás, que sufren en silencio sus secuelas como se sufren las hemorroides, me agradecen esta breve invectiva contra la almorrana Potter.

Comentarios

JML ha dicho que…
Mi querida Ana: ten cuidado con las huestes alfareras y sus artes oscuras. Lo bueno que tienen los libros de Quique es que son unos tremendos tochos, muy útiles como arma arrojadiza. Te aconsejo que hagas provisión de ellos para defenderte de los fanáticos que leen (¿?) y de sus escobas voladoras...

Soy muy bueno en el lanzamiento de ladrillos, así que si me necesitas no tienes más que silbar.

Abrazo
Anónimo ha dicho que…
Querido mío: Las hordas de Quique ya han hecho valer sus sortilegios, desapareciendo mi artículo del DM... Ante eso no hay ladrillazo posible :-) Lástima.
Un beso.
rubén ha dicho que…
Siempre hubo libros buenos, malos y regulares. Y siempre predominaron los malos, a juzgar por los "tesoros" que se pueden encontrar en las librerías de viejo. Lo novedoso es el insufrible acoso publicitario, sí. Consigue milagros inexplicables, como que a un niño de diez años no le guste La isla del tesoro o Tom Sawyer.

Un abrazo.
Anónimo ha dicho que…
Querido Rubén: Lo peor es pensar qué será de nosotros cuando estemos en manos de esos individuos a los que, como bien dices, no les gusta Stevenson...
Un beso.
NUNCIO TAMALLANGOS ha dicho que…
Queridísima Ana: muy acertada la comparación entre la Rowling y el Brown, por lo insoportable de las campañas publicitarias que los acompañan. Lamentablemente, el negocio editorial se reconoce a sí mismo como tal, ya hace tiempo, sin disfraces: lo que importa es hacer dinero y basta.

Si me permites, te confesaré algo relacionado con lo que cuentas, que casi me molesta más que Dan Brown (al que sin conocerlo le tengo una tirria que no la puedo expresar con palabras): ver el día de Sant Jordi en las paradas de Barcelona, que la gran mayoría de los libros que pueblan sus mostradores están escritos ("escritos" es un eufemismo) por personajillos del mundo de la televisión. ¡Es que puede conmigo!

Perdona por el rollo, un beso.
Anónimo ha dicho que…
Uf, querido, no te disculpes por el rollo, que no es tal. El "asunto famoseo" es indignante. A mí esos programuchos en que aparecen todos estos cuecehabas contando su último polvete o la bronca con su vecina, o bien los libritos de la presentadora cutre de turno diciéndonos cómo debemos vestirnos el día de navidad... arggggh. Así que el día de San Jordi... vaya, de buena gana les mandaba al dragón.
Besos.